– Comer despacio reduce el riesgo de padecer sobrepeso y obesidad

De qué se alimentan los pequeños es tan importante como la forma de hacerlo. Investigaciones recientes concluyen que comer despacio y cuatro veces al día es más saludable que hacerlo pocas veces y con prisa.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la obesidad es uno de los problemas crecientes más importantes del mundo desarrollado. Hay varios factores que explican su incremento. Entre ellos, se halla un cambio importante en el ritmo de vida, que obliga a veces a adoptar unos hábitos alimentarios poco saludables, como comer con prisa o alimentarse demasiado a menudo de comidas precocinadas.

Un estudio llevado a cabo por la Journal of the Academy of Nutrition and Dietetics realizó un experimento que corrobora, en parte, estas hipótesis. Se pidió a dos grupos diferentes que tomaran una comida, pero a uno de ellos se les impuso una limitación temporal, mientras que el otro grupo disponía de todo el tiempo que quisiera para comer con tranquilidad. La cantidad de comida era la misma en los dos grupos. Sin embargo, los que habían comido con más lentitud afirmaban sentirse más saciados.

En el caso de los adolescentes, esto parece ser incluso más importante que a otras edades. Para los chicos jóvenes, hacer cuatro o cinco comidas al día y comer despacio, favorece que acumulen menos grasa corporal. La revista Journal of Adolescent Health, especializada en la etapa adolescente, reveló hace poco que comer con lentitud tiene efectos incluso aunque el adolescente no practique ejercicio físico. Así, comer menos de 4 veces al día y más rápido se asocia a una mayor cantidad de grasa corporal.

Otros estudios afirman que nuestro entorno tienen una relación directa en nuestros hábitos alimentarios, así, las personas que nos acompañan a la hora de comer influyen en nuestra manera de comer. Si las personas del entorno eligen un plato con menor contenido calórico, el individuo tiene tendencia a realizar una elección similar a la del resto. Ello podría deberse a que la elección de los alimentos refuerza los lazos que le mantienen vinculado al grupo social, motivados por su sentimiento de pertenencia al grupo. Estos factores influyen incluso cuando se realiza la comida solo.

Según los mismos expertos, es más fácil combatir la obesidad cuando aún se es niño que cuando ya se ha alcanzado la edad adulta. Además del aumento de peso propiamente, combatir la obesidad es una importante barrera para que se desarrollen otras afecciones tan o más graves, como la diabetes o los problemas cardiovasculares.

Referencias bibliográficas:

Shah, M. et al. Slower Eating Speed Lowers Energy Intake in Normal-Weight but not Overweight/Obese Subjects. Eat Right. 2013.

Comer lento y cuatro veces al día ayuda a mantenerse delgad. Salud, BBC Mundo. 2012.

Fuente: Fundación Faros

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– Cómo evitar las malas influencias en tu hijo

24/01/2014

Una de las mayores preocupaciones de los padres son las amistades que puedan tener sus hijos y cómo pueden influir en su conducta, pensamiento y desarrollo.

A menudo los niños se dejan influenciar fácilmente por sus amigos y esto puede provocar que actúen de una forma que en realidad no desean. ¿Cómo pueden los padres controlar “las malas influencias”?

Uno de los aspectos que más repercuten en que los niños sean fácilmente influenciables o no es la educación familiar. La familia es determinante para que los pequeños no se dejen llevar por compañeros hacia actitudes o conductas no deseadas. En este sentido, los padres deben hacer todo lo posible para educar a sus hijos de manera que no se dejen influenciar fácilmente por nadie.

En esta línea, es importante que los niños entiendan qué es una mala influencia porque así sabrán reconocerla y no se dejarán llevar tan fácilmente. Si los pequeños disponen de la atención necesaria en casa, si se organizan planes familiares a menudo y los padres pasan tiempo con sus hijos, es muy posible que estos no busquen atención y refugio en pandillas o amistades conflictivas.

De la misma manera, si los padres desarrollan una relación abierta y de confianza con los hijos, estos acudirán a ellos si tienen algún problema.

¿Qué podemos hacer para ayudar a alejar a nuestros hijos de las malas influencias?

  1. Motivar al niño para que dedique más tiempo a las amistades positivas y se relacione con gente variada. También animarlo a practicar actividades que fomenten valores positivos y donde conozca a nuevos amigos, como por ejemplo, el deporte.
  2. Fomentar la responsabilidad de nuestro hijo. Los niños y los jóvenes que son responsables no suelen dejarse influir tan fácilmente por otras personas, ya que no suelen buscar la aprobación de los demás y valoran mucho más las consecuencias de sus acciones.
  3. Conocer a sus amigos, e incluso qué lugares frecuenta a menudo sin controlar excesivamente donde se encuentra en cada momento.
  4. No criticar nunca las compañías de nuestro hijo, ya que éste puede ponerse a la defensiva y reaccionar de manera opuesta. Es mejor criticar acciones y comportamientos concretos que hayan tenido estos amigos, pero sin atacarles directamente.
  5. Fomentar y desarrollar en nuestro hijo una imagen positiva de sí mismo y promover su autonomía.

Precisamente, este último punto es fundamental para que nuestros hijos no se dejen llevar por compañías negativas y, por ello, hay que fomentar estas cualidades. Si un niño tiene una fuerte autoestima, independencia y confianza en sí mismo no buscará la aprobación de otros y, por lo tanto, no se dejará influir por malas compañías.

¿Cómo podemos detectar si nuestro hijo se está dejando llevar por malas influencias?

Hay diversos signos que pueden indicar que esto está sucediendo y que los padres deben tener en cuenta. Por ejemplo, debemos preocuparnos si observamos que nuestro hijo hace alguna cosa sin sentido sólo para que su grupo de amigos lo acepte o cuando desobedece órdenes por la misma razón.

Otras señales como robar, mostrar algún síntoma de consumir drogas o alcohol, o pedir de manera excesiva cosas materiales que tienen sus amigos, pueden ser señales de que su hijo se está dejando influir por sus compañeros.

Referencia bibliográfica:

Mala influencia. New Mexico Public Education Department, Center for the Education and Study of Diverse Populations, 2007.

Fuente: Fundación Faros

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– ¿Problemas a la hora de comer? 10 consejos para que tu hijo coma bien

13/01/2014
Fuente: FAROS Sant Joan de Déu

La alimentación es una de las primeras fuentes de satisfacción. Aceptar o rechazar el alimento, es también una manera de expresión del niño. El alimento en el lactante y en el niño es inseparable del afecto, del cuidado y de la dedicación e intimidad de la madre con el niño.

El ambiente en el que se desarrolla el niño tiene una gran influencia en sus preferencias por los alimentos. Los niños tienden a escoger los alimentos que eligen sus seres queridos y otros niños que les rodean o también alimentos que encuentran en su ambiente (en casa, en la escuela, los que ven por la tv, etc.).

Las dificultades en la alimentación pueden ser debidas a causas físicas, psicológicas y/o sociales. Pueden ser un problema aislado o acompañar a otros problemas del desarrollo del niño. Consulta al pediatra si tu hijo pierde el apetito o no gana peso.

Decálogo de consejos para que el niño coma bien

  1. No obligar a comer al niño y no forzarlo nunca. Si se le fuerza a comer, con toda probabilidad se creará un problema alimentario.
  2. La comida debería ser agradable, intenta que el niño disfrute comiendo, imitando a los adultos, probando nuevos alimentos… Para introducir alimentos nuevos, preséntaselos de forma repetida, pero sin hacer ninguna presión directa para que se los coma.
  3. Procurad comer juntos, padres e hijos siempre que sea posible, los niños se benefician de compartir mesa y conversación con los adultos. Se aconseja no encender la TV ni tener encendidos otros aparatos que puedan interferir las conversaciones en la mesa.
  4. Ofrece las comidas de forma programada evitando dar alimentos entre horas.
  5. Si el niño no quiere comer y decide retirar el plato, debe hacerse sin reprimendas después de que haya pasado un tiempo prudencial (de 20 a 40 minutos según la edad).
  6. La comida debería ser un momento tranquilo, sin peleas entre los padres o entre padres e hijos.
  7. Los gustos alimentarios de un niño no tienen porqué coincidir con los de los padres, los niños aceptan algunos alimentos y rechazan otros, y la mayoría de las veces terminan aceptándolos casi todos.
  8. Procura ser un buen ejemplo para tu hijo, tomando una alimentación sana y variada.
  9. También son necesarios ciertos límites: respetar los horarios, no cambiar mucho el lugar donde se come, cantidades adecuadas a su edad, etc .
  10. No se debe utilizar la comida como premio o como castigo.

Si un niño no come suficiente y pierde o no gana peso, conviene descartar posibles causas médicas consultándolo a su pediatra.

Es importante recordar:

  • Las dificultades en la alimentación pueden ser un problema aislado o acompañar a otros problemas del desarrollo del niño.
  • No obligues a comer al niño. Si se le fuerza, con toda probabilidad se creará un problema alimentario.
  • La comida debe ser una actividad agradable.
  • Intenta evitar situaciones conflictivas o de castigo durante las comidas.
  • Si el niño pierde o no gana peso, conviene descartar posibles causas médicas consultándolo a su pediatra.

– Oxiuriasis: ¿por qué algunos niños tienen lombrices intestinales?

lombrices
Fuente:  Children’s Hospitals and Clinics of Minnesota / Asociación Española de Pediatría

Son blancas, finas y miden unos 5 milímetros. Las lombrices, u oxiuros, se encuentran en el intestino grueso de muchos niños, especialmente en los de tres a seis años. La infección provoca un picor intenso, aunque no se considera grave.
El oxiuro, popularmente conocido como lombriz, es un parásito blanco y muy delgado, que reside exclusivamente en el cuerpo humano. En concreto, estas lombrices se alojan en el intestino grueso, y sólo son visibles de noche o a primera hora de la mañana, en el área del ano y las nalgas , sobre todo en los niños de edad preescolar.

Si descubres que tu hijo tiene lombrices, no debes preocuparte en exceso: la oxiuriasis es muy frecuente, no causa un gran daño a los niños y su tratamiento es sencillo , aunque hay que seguirlo a rajatabla. Ante todo, ten presente que padecer esta infección no tiene nada que ver con la suciedad o el abandono de la higiene personal.

¿Cómo un niño se llega a infectar de oxiuriasis?

La oxiuriasis se adquiere cuando se ingieren involuntariamente los huevos de las lombrices, de tamaño microscópico, que se encuentran en las manos de las personas (muy especialmente en las uñas) y en todos los objetos que estas hayan tocado.

Los huevos de oxiuro llegan hasta el intestino delgado, donde nacen las larvas. Estas se dirigen al intestino grueso, lugar en el que se convierten en parásitos adultos. Tras uno o dos meses del momento de la infección, los oxiuros hembra se reproducen y ponen sus huevos de noche en los márgenes del ano . Durante este proceso, las lombrices en fase reproductora se adhieren a la piel de la zona y producen irritación y picor intenso, por lo cual el niño siente la necesidad de rascarse. Con las manos contaminadas, el niño disemina de nuevo los huevos de oxiuro y contagia a otras personas.

¿Cuáles son los síntomas?

Los niños con oxiuriasis tienen picor y dolor en la región anal o en los genitales . Este síntoma se manifiesta más a la hora de acostarse y puede producir a los niños irritabilidad, sueño intranquilo, pesadillas e incluso sonambulismo. Ante este síntoma, revisa atentamente la zona perianal del niño dos o tres horas después de que se haya dormido . Separa las nalgas con la mano e ilumina el área del recto con una linterna.

Las pequeñas lombrices también son perceptibles en las heces. En ocasiones, suele ser necesario un análisis en microscopio de una muestra recogida con un trozo de celo transparente a primera hora de la mañana, antes del lavado.

No son atribuibles a los oxiuros otros problemas como dolor abdominal, falta de apetito, escasa ganancia de peso, cansancio, anemia, hiperactividad o bruxismo.

¿Qué tratamiento hay que seguir para acabar con las lombrices?

Existen varios medicamentos, por vía oral, que matan los oxiuros adultos tras una sola dosis. Sin embargo, ninguno de ellos destruye los huevos, que pueden volver a infectar al niño y a toda su familia . Por ello, es muy importante repetir una segunda toma del medicamento dos semanas después y tratar a todos los que vivan con el niño afectado.

Puedes aliviar el malestar del niño sentándolo en agua tibia, durante 20 o 30 minutos, tres o cuatro veces al día. Evita los baños de espuma: le pueden irritar la piel.

¿Cómo se puede prevenir la oxiuriasis y su propagación?

No es necesario cambiar la dieta ni las actividades de tu hijo o de tu familia si tomáis las medidas higiénicas recomendadas:

  • Todos los miembros del hogar deberán lavarse bien las manos e insistir frotando debajo de las uñas. Poned este consejo en práctica, sobre todo, antes de cada comida, después de ir al baño o tras un cambio de pañales. Es una buena idea disponer de un pequeño cepillo específico para limpiar las uñas.
  • Mantén cortas las uñas de tu hijo para evitar que se rasque y, consecuentemente, la formación de llagas.
  • Limpia los glúteos y el ano del niño con agua y jabón cada vez vaya al servicio.
  • Lava las sábanas, la ropa, el pijama y las toallas que haya usado el niño infectado el mismo día que tome el medicamento para tratar la oxiuriasis. Intenta no sacudir la ropa contaminada; de lo contrario, los huevos pueden pasar al aire y caer en otras superficies de la casa.
  • La mejor opción para dormir es un pijama cerrado. Así, el niño no se podrá rascar durante la noche y se minimiza el riesgo de pasar los huevos de oxiuro a manos y a sábanas.
  • Desinfecta los inodoros de tu hogar para evitar cualquier contagio.

Referencias bibliográficas

Los oxiuros / Pinworms. Children’s Hospitals and Clinics of Minnesota . Septiembre 2009 [acceso: 29 de enero de 2013]. Disponible en: http://www.childrensmn.org/Manuals…

Hernández, M.A. Las lombrices. ¿Cómo es posible que a mi hijo le hayan salido esos bichitos? AEPap (Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria) . Enero de 2012 [acceso: 29 de enero de 2013]. Disponible en: http://familiaysalud.es/nos…

Paris, E. Oxiuriasis: el niño tiene lombrices. Bebés y más. Embarazo, infancia, mamás y papás . 29 de mayo de 2011 [acceso: 29 de enero de 2013]. Disponible en: http://www.bebesymas.com/salud…

Fuente: Fundación Faros

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– Pasos básicos a seguir ante un niño que ha sufrido una quemadura

quemadura_infancia
14/12/2011

Derramar la taza de café del desayuno de mamá, volcar esa cazuela con agua hirviendo para la pasta. Son accidentes que pueden suceder en el domicilio y causar quemaduras a los niños.

A menudo son pequeños accidentes que provocan quemaduras leves pero también pueden producirse accidentes con quemaduras graves. En todo caso, consulta el esquema que te ofrecemos para saber cómo actuar.

Si la quemadura es profunda, no duele (3r grado), es extensa o afecta a las manos, la cara, los orificios naturales (boca, nariz, ojo, etc.), el cuello, los pliegues del codo o de la rodilla, los genitales o la planta del pie, necesita valoración médica. Si tienes dudas, consulta en el 112 y sigue sus instrucciones.

Botiquín primeros auxiliosConsulta aquí qué debe contener el botiquín de primeros auxilios.

Fuente: Fundación Faros

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– La enseñanza que España se merece

educa

El autor sostiene que la formación de los docentes es uno de los grandes problemas que se deben tratar.
Afirma que la LOGSE fue una oportunidad perdida porque se hizo de espaldas a los profesores veteranos.

CARLOS ELÍAS – 23/10/2013

EN ESPAÑA el debate educativo está caliente. Lo ha estado otras veces y, como ocurrirá en esta ocasión, poco se avanzará: siempre se llega a un clímax de discusión política y mediática para, posteriormente, pasar al olvido. La llama sólo permanece en algunos claustros de profesores. Las hemerotecas demuestran que son los mismos temas desde hace años: religión, lengua vehicular o debate pública/privada. Con ser asuntos importantes, pertenecen al ámbito de las ideologías con lo cual nunca podrá existir consenso entre la izquierda, la derecha o los partidos nacionalistas. Imposible: si alguien cede, pierde votantes. Y eso lo saben muy bien los líderes y estrategas políticos. La educación, respecto a estas tres materias, es un arma contra el adversario y un granero de votos propios.

Yo he sido alumno exclusivamente de la enseñanza pública. Con mis orígenes resulta evidente mi posicionamiento. Sin embargo, creo que hay que ampliar el debate hacia temas donde pueda haber consenso, no hacia lo que son herramientas de captación de votos. Pese a la divergencia de posturas, en los tres segmentos políticos españoles –izquierda, derecha y nacionalismo– percibo consenso –al menos en el discurso público– en una idea: si perdemos el tren de la educación, nos quedaremos en la parada del atraso.

Este octubre Estados Unidos ha recogido su buena cosecha de premios Nobel. En los rankings de universidades sólo valen los de Física, Química y Economía; pues bien: de los 11 premiados este año, ocho trabajan en universidades estadounidenses y siete son nativos de este país. Por comparación, el último –y único– Nobel científico español fue en 1906 el de Ramón y Cajal. Podría pensarse que los medios americanos han sido complacientes con su sistema educativo; sin embargo, ha ocurrido lo contrario. Pese a que en España sólo ha trascendido el debate sobre su sistema sanitario, aquí se le ha dedicado mucho espacio a por dónde debe ir la educación. En palabras de un colega americano, el sistema sanitario no es relevante para que Estados Unidos siga siendo la primera potencia del mundo, pero sí lo es el educativo.

Tienen claro sus logros: aquí es inconcebible que una universidad de prestigio contrate a sus propios doctores a no ser que estén diez años en otro centro. Es fundamental para «matar al padre» académico que es el director de tesis y que ahoga el pensamiento crítico de su alumno. Sólo así se crean líderes intelectuales, en lugar de seguidores. Pero también sus puntos negros: el bajo nivel de sus alumnos de primaria y secundaria. ¿Por qué? Desde New York Times Books Review al New York Times o la prestigiosa The Atlantic han intentado responder a esa pregunta. No hablan de religión, idioma o pública/privada. Básicamente los asuntos de debate son dos: hay que incrementar las horas de matemáticas y ciencias (el célebre programa STEM –Science, Technology, Engineering, and Maths– de Obama que pretende, incluso, pagarle más sueldo a los profesores de estas materias) y el nefasto papel de los lobbies de pedagogos en la formación de los maestros en este país. Dos temas que en España, prácticamente, son tabú.

Una industria de la mediocridad, titulaba hace unos días el editorial de portada del New York Times, escrito, nada más y nada menos, que por su antiguo director y premio Pulitzer, Bill Keller. Obtenido del diagnóstico del último consejo nacional de maestros estadounidenses, Keller comenzaba con un famoso aforismo: Those who can, do. Those who can’t, teach. And those who can’t teach, teach teaching. Podría traducirse como «Los que saben, hacen. Los que no saben, enseñan. Y los que no saben enseñar, enseñan a enseñar». El editorial abordaba cómo profesores jóvenes, para mejorar, han decidido que no quieren cursos de pedagogía, sino que van a colegios y observan cómo trabajan profesores con 30 años de experiencia. Y también otro problema: «El maestro de Matemáticas americano, sabe mucho sobre enseñanza, pero muy poco sobre matemáticas». Su nivel de matemáticas, añadía el artículo, «es similar al de un maestro de Botswana».

En España, Magisterio se ha convertido en reducto exclusivo de pedagogos que desplazaron a físicos, matemáticos, historiadores o filólogos. El nuevo máster de enseñanza secundaria también está dominado por pedagogos, pese a que alguien se matricule para aprender a enseñar Química. Se parte del supuesto posmoderno de que para enseñar química, no hay que saber de la materia, sino qué dicen los pedagogos sobre cómo enseñarla.

Los que han ganado el Nobel en Estados Unidos tienen una media de 60 años. En el futuro no está tan claro esta racha: la educación en Occidente está en manos de los pedagogos –no existe una casta similar que le diga, por ejemplo, a los médicos cómo curar enfermos– desde hace más de 30 años. La Universidad occidental ha caído en una trampa intelectual de tal magnitud que ve normal que un pedagogo que jamás ha estudiado Física, le diga a un físico cómo debe enseñar su disciplina. ¡Y nadie se lleva las manos a la cabeza! Miento: este debate sí está en España en claustros de colegios e institutos. Cuando yo ejercía de profesor de instituto llamábamos a los pedagogos, pedodemagogos. La LOGSE los consagró frente a la experiencia del maestro. Aquí no hay debate ideológico, sino científico y académico; sin embargo, ningún partido político español quiere entrar en él.

La LOGSE ha sido una oportunidad perdida, no porque no se haya invertido dinero en ella, sino porque se hizo de espaldas a quien más sabe de educación: los profesores veteranos (la propia ley los jubilaba a los 60 años). En lugar de consagrarlos, se los quitó de en medio. Jubilarse a los 60 es un buen derecho laboral, pero deben darle la oportunidad, a los que quieran, de ocupar las titularidades y cátedras de Pedagogía. Según los maestros estadounidenses, para que mejore la enseñanza, los catedráticos de Pedagogía deberían ser aquellos que llevan mucho tiempo dando clase –con éxito contrastado- en colegios e institutos, no los que hacen psicodélicos doctorados usando encuestas o focus group de salón–.

EL OTRO DEBATE son las asignaturas. Se critica el excesivo peso del deporte frente a las Matemáticas –última portada de The Atlantic–. Y la obsesión es compararse con Corea del Sur (nuevo líder tecnológico, pero también cultural). En España, cada grupo de profesores forma un lobby para defender su área y ampliar su poder: los de Latín quieren más latín y los de Economía, economía. Sin embargo, visto el problema sin apasionamiento disciplinar, sólo hay dos asignaturas que deben tratarse con profundidad durante todos los cursos preuniverstiarios: Lengua y Matemáticas. En Estados Unidos la Lengua se imparte bastante mejor que en España: les enseñan a escribir y a hablar/debatir en público. En España los profesores de Lengua proceden de Filología. Frente a la carrera de Periodismo, donde aprendemos a escribir, los filólogos jamás escriben, sólo analizan lo que otros escriben. No son creadores y eso se nota en cómo enseñan lengua.

Sin embargo, la gran marginada de Estados Unidos –y España– son las matemáticas. Euclides dijo al rey de Persia: «Majestad no hay caminos reales para las matemáticas». Los que diseñan currículos académicos las marginan, porque su índice de suspenso es alto y eleva las estadísticas de fracaso escolar. Pero, como dicen constantemente en Estados Unidos –y de ahí el programa STEM de Obama–, en un mundo globalizado, si los niños chinos saben resolver ecuaciones diferenciales con 16 años, toda la ingeniería y la ciencia se deslocalizará hasta allí o a Corea del Sur.

Un historiador malo tendrá trabajo en su país porque alguien de Corea del Sur no está interesado en la Historia o el periodismo español. Pero la ciencia y la ingeniería no solo son globales, sino que funcionan con el perverso modelo de torneo: el primero se lo lleva todo. De nada vale el segundo que inventó un buscador en internet o el que llegó a la Teoría de la Relatividad. Si los niños chinos o coreanos saben resolver ecuaciones diferenciales con 16 años y los nuestros ni siquiera saben derivar, nuestro futuro es muy negro: porque ambos compiten por hacer lo mismo. De ellos serán las patentes. Nosotros seremos sus siervos.

Carlos Elías es catedrático de Periodismo de la Universidad Carlos III de Madrid y profesor visitante en el departamento de Historia de la Ciencia de la Universidad de Harvard.

Fuente: rsocial.elmundo

– El dibujo infantil: un reflejo de las emociones del niño

– El dibujo infantil: un reflejo de las emociones del niñoFUNDACIÓN FAROS – 22/10/2013

Durante el crecimiento, los niños pasan por diversas etapas, y también lo hacen sus dibujos, que nos pueden dar pistas sobre su comportamiento y personalidad.

El precedente del dibujo infantil es el garabato, sin intención ni capacidad de representar formas.

Como en otros aspectos del aprendizaje, cada niño es un mundo y su evolución será distinta, y algunos desarrollarán habilidades más pronto que otros. Es muy recomendable motivar y acompañar al niño durante el proceso de dibujo en la etapa infantil.

Principales fases del dibujo

Aparecen las primeras formas

A los 2 años, aparecen trazos agrupados, aunque no representan ninguna figura en concreto, y empiezan a experimentar con colores. A los 2 años y medio, el niño crea nuevas formas que se asemejan a la realidad pero que todavía no tienen detalle suficiente como para identificarlas.

Se incorpora la figura humana

Sobre los 3 años aparece la representación de la figura humana. También suele dibujar objetos de su interés como un coche o una casa. En esta etapa, el dibujo ya tiene una intención de comunicar situaciones, personajes y emociones. Entre los 3 y 4 años, la figura humana que dibujaba solo con piernas y cabeza ahora tiene cuerpo y brazos, y los ojos muy grandes.

Se consolida la forma

A los 5 años, las estructuras cognitivas del niño han ido madurando. La figura humana ya es perfectamente identificable: cabeza, cuerpo, brazos y piernas, ojos y boca, cabello. Aparece la diferenciación: el niño introduce rasgos diversos como el tamaño, el pelo o la expresividad.

Entre los 5 y los 6 años el dibujo se consolida acorde con cada niño pero manteniendo algo en común: la intención comunicativa. El niño muestra su mundo interno (sensaciones y emociones), si bien no siempre explícitamente. Las figuras humanas interactúan entre ellas y con los objetos y entorno en el papel.

A partir de los 5 años se pueden observar aspectos para la evaluación psicológica, y junto con unas simples preguntas pueden proporcionar una información muy útil sin dar al niño la sensación de cuestionario o intrusión.

¿Qué aspectos observar?

  • ¿Cómo coge el lápiz? Si lo agarra fuerte puede indicar tensión. En este caso se aconseja indicarle de forma tranquila cómo cogerlo, pero evitando presionarle.
  • Mirada y actitud. Debemos observar si el niño disfruta con la actividad o si por el contrario no presta atención. Una inclinación natural hacia el dibujo suele ser buen indicador de la capacidad de aprendizaje. Si no está pendiente mientras dibuja está bien intentar que atienda, pero sin forzarlo.
  • Espacio que ocupa en el papel. Ocupar todo el espacio se relaciona con confianza y seguridad, mientras que dibujar en un espacio reducido se asocia con timidez e introversión. 
  • Colores preferidos. Los colores que más utiliza el niño al dibujar pueden dar una idea sobre ciertos aspectos de su comportamiento y carácter.

¿Cómo interpretar sus dibujos?

Algunos rasgos psicológicos se asocian con la forma de dibujar. Se trata de observaciones que no constituyen correlaciones rotundas, sino que su finalidad es orientativa.

  • Agresividad, desobediencia. Trazos rectos muy alargados y ascendentes. Destacan los dientes, y los brazos suelen ser largos, con garras en lugar de dedos.
  • Ansiedad, temor. El grafismo es reducido, y las caras poco expresivas. El sombreado de la cara puede indicar ansiedad. Algunos niños se dibujan dentro de una casa o un coche, algo que les proteja del exterior.
  • Motivación para el aprendizaje y la escuela. Los dibujos están bien proporcionados, y las caras son expresivas y con grandes ojos. Detalles como pequeños animales (caracoles, mariposas). El dibujo está centrado y ocupa buena parte del papel.
  • Inseguridad. El trazo es irregular, con fallos y rectificaciones. Las figuras suelen ser pequeñas, y los brazos se dibujan pequeños y/o pegados al cuerpo.
  • Déficit de atención. Impulsividad. Dibujo desorganizado, con objetos inconexos o irreales y pocos detalles. Cuando coincide con impulsividad, el dibujo se convierte en una descarga tensional. El trazo se dibuja con mucha presión o de forma rápida.
  • Autoestima. Hay una buena organización del espacio. Las personas tienen los brazos y manos abiertas, y una expresión alegre.
  • Autocontrol. El dibujo es simétrico, los trazos ondulados y las formas bien proporcionadas. Si está coloreado no se traspasan los límites del contorno.

Referencia bibliográfica:

El dibujo infantil. Psicodiagnosis: Psicología Infantil y Juvenil, 2013. [acceso 14 de octubre de 2013].

Fuente: Fundación Faros

– Qué podemos hacer contra el acoso entre niños

HOY.ES – Blog “Escuela de Padres”  por Carlos Pajuelo

2013 octubre 24

Niño de 11 años es agredido por compañeros de clase en el Colegio Suizo de Alcobendas (Madrid); imágenes grabadas con un teléfono móvil

“¡Niño, tienes que aprender a defenderte!” Esto es lo que Teresa le dijo a su hijo Luis, con una expresión mitad enfado mitad decepción, cuando vio que su hijo salía del colegio con la cara decorada por un círculo con todas y cada una de las piezas dentales “del  Jonathan” de turno. Sin embargo, la madre “del Jonathan”, cuando la maestra se lo contó, dijo que “eso son cosas de niños” y lo dijo sonriendo.

Los padres, por lo general,  sólo estamos  preocupados con el tema del acoso escolar cuando nuestros hijos son las víctimas y en esa situación estaría bien utilizar una forma de actuar que ayudara a nuestros hijos.

En primer lugar me gustaría dejar claro que ser víctima de acoso, de cualquier acoso,  es ser doblemente víctima, por un lado víctima de la agresión del que te muerde, te insulta, te tira los libros o la sudadera al suelo, te humilla, te extorsiona, te pega; y por otro lado, víctima de la incomprensión de los que te rodean(padres, profesores, compañeros)  que consideran que algo has hecho (¡hijo, no seas pavo!) o algo no has hecho para evitar esta situación.(“¡defiéndete!”) Esto crea un círculo vicioso en el que al final la víctima se ve encerrada entre la agresión de unos y la incomprensión de otros.

¿Qué podemos hacer los padres? Yo repito hasta la saciedad que los padres somos ejemplos andantes que nuestro comportamiento es lo que nuestros hijos ven y lo que nuestros hijos ven es lo que nuestros hijos hacen.

Hay que abordar el tema del acoso escolar de manera abierta con nuestros hijos y no esperar a que presenten síntomas de acoso para intervenir. Les enseñamos a cruzar la calle antes de que los atropelle un coche, pues con el resto de situaciones que puedan resultar dañinas para nuestros hijos hay que actuar igual.

Hay que anticipar determinadas conductas que se dan, por desgracia, en las relaciones grupales, nuestros hijos tiene que saber que se van a encontrar con compañeros o compañeras que ponen motes, que dan collejas, que insultan, etc. Y les tenemos que enseñar que hay chicos que ante esta situación responden de la misma manera, insulto por insulto, colleja por colleja. Que hay otros que se callan y se asustan y entonces lo que reciben es doble dosis de insultos y collejas y por último chicos que cuando les ocurre esto buscan ayuda en sus padres y en sus maestros para resolverlo. Y en este momento le dices que esta es la mejor forma de actuar.

Y  si un día viene y te habla:

1.- Escucha a tu hijo, escucha cómo se siente, ayúdale a que exprese sus sentimientos.  Para escuchar hay que estar callado.  Callados aunque te parezca que es algo que no tiene importancia porque para él si lo es. Escuchar a los hijos con la boca cerrada y los oídos abiertos. Ya habrá tiempo de hablar. Escuchar no es la solución pero es el principio de una buena solución.

2.- Ponte en el lugar de tu hijo para entender su malestar, su sufrimiento para que sienta que comprendes lo que le ocurre. Repetirle con sus mismas palabras lo que tu hijo te ha dicho. Hacerle sentir que es normal que se sienta como se siente y decirle “si a mí me pasara eso creo que me sentiría como tú”. Pero…

3.-… inmediatamente hay que generar  la idea de que algo podemos hacer, tú como hijo y nosotros como padres, para que mejore y/o cambie esta situación. Buscar ideas sobre cómo podemos actuar puede hacerle sentir que puede tener control sobre lo que le sucede.

4.- Actuar. Llegado este punto hay que trazar un plan, que obviamente va a depender del tipo de acoso, de su magnitud, de la edad de los niños, etc

a.- la mejor actuación es lograr que nuestro hijo sea capaz, por si solo, de afrontar esta situación. Para ello darle confianza y apoyo.Hazle sentir que dentro de él hay fuerza y coraje para afrontar lo que la vida le depare. (Yo aprendí hace ya mucho tiempo de un niño de 5 años al que sus compañeros de clase le llamaban gordo, le daban collejas y cada vez que algún niño le hacía alguna trastada el entrelazaba los dedos de sus manos, giraba las manos y enseñando las palmas flexionaba sus brazos en dirección a los niños. Me llamó la atención porque lo hizo tres o cuatro veces. Me acerqué a él y le pregunté por qué hacía eso y me contesto con una seguridad aplastante, cuando me hacen algo que no me gusta se lo devuelvo y digo en bajito “rebota, rebota que en tu culo explota”.¡ Si vierais la de veces que cruzo las manos sonriendo desde entonces!)

b.- el siguiente paso consiste en ponerlo en conocimiento del colegio. Solicitar la ayuda del profesorado no es trasladar la solución de este problema a la escuela es simplemente buscar colaboración y ayuda sobre cómo podemos intervenir conjuntamente. A veces la intervención del profesorado es suficiente porque además de prestar apoyo directo en la clase pueden y deben notificar a las familias de los niños acosadores lo que está ocurriendo.
Cuando se dice “son cosas de críos” y lo dicen otros padres lo que hay que contestar es que si, que son cosas de críos pero responsabilidad de sus padres. Y en esto estoy muy convencido de que los padres tenemos total responsabilidad de las conductas acosadoras de nuestros hijos, en unos casos por acción y en otros, demasiados, por omisión.

Lo que creo que no es solución es cambiar a los chicos acosados de centro, a los que hay que cambiar son a los acosadores.

c.- En último lugar si con las medidas que se toman en el ámbito familiar y escolar no es suficiente y continúa la situación de acoso, no queda más remedio que utilizar la vía judicial. Tenemos que proteger a nuestros hijos.

No, la culpa nunca es de las víctimas. Así que no hagamos sentir mal a nuestros hijos por no saber defenderse, enseñémosles que para defenderse del acoso necesitan una fuerza que no está en los músculos sino en su pensamiento. Al mundo le sobran cantidad de opresores, esos que intentan mangonearnos continuamente  y necesita de todos esos que desean simplemente que los dejen en paz.

Practica el “rebota, rebota…”  y tu hijo lo aprenderá.

(Gracias Inmaculada Teresa)

Fuente: hoy.es

– Escuela: los 12 errores de los padres

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La mayoría de padres y madres da mucha importancia a los estudios de sus hijos y aspira a convertirlos en jóvenes brillantes. Pero no siempre tienen claro su papel en el aprendizaje escolar y a menudo adoptan conductas erróneas para la educación del hijo.

ES | 27/09/2013 – 08:00h | Última actualización: 27/09/2013 – 18:33h
Mayte Rius |

En la sociedad actual se concede mucha relevancia a la formación y a las calificaciones académicas y a menudo se relacionan la implicación y actuación de los padres en los estudios de sus hijos con los resultados escolares que estos obtienen. La consecuencia es que muchos padres y madres se vuelcan en la educación de sus hijos e invierten en ella ingentes cantidades de dinero, tiempo y emociones. Sin embargo, los resultados no siempre son los esperados, como evidencian las elevadas tasas de fracaso escolar. Según los expertos en educación, la ausencia de recompensa a tanto esfuerzo a menudo tiene que ver con la desorientación de los padres sobre cuál ha de ser su papel en el aprendizaje de los hijos, que les lleva a cometer errores que lastran su educación.

En unos casos son conductas que no tienen que ver específicamente con los estudios sino con el estilo educativo de la familia, con comportamientos tan recurrentes a la hora de educar como la sobreprotección, la falta de límites, la negatividad o los malos ejemplos, a los que se hacía referencia en Los 12 errores más comunes de los padres, reportaje publicado en estas mismas páginas el pasado 23 de febrero. Pero otros fallos muy reiterados están relacionados con el desconocimiento de la respuesta más adecuada a preguntas como: ¿han de estudiar los padres con los hijos? ¿Y ayudarles con los deberes? ¿Preguntarles la lección? ¿Revisar y corregir los trabajos escolares antes de que los entreguen? ¿Premiar las notas? ¿Poner tareas extras si el maestro exige poco? ¿Buscar profesores particulares? ¿Controlar sus agendas escolares? ¿Hablar con el profesor? ¿Estimularles con actividades extraescolares?

A partir de sus experiencias profesionales, Joan Domènech, director del colegio Fructuós Gelabert de Barcelona; Benjamí Montenegro, del Equip Psicológic del Desenvolupament de l’Individu, y Ángel Peralbo, responsable del área de adolescentes del centro de psicología Álava Reyes, consideran que los desaciertos más habituales de los padres vinculados con el aprendizaje y la educación escolar de los hijos son los siguientes:

1. Ejercer de maestros Son muchos los padres que ayudan a sus hijos a hacer los deberes, que estudian con ellos y les explican la lección, que corrigen sus trabajos. Sin embargo, psicólogos, pedagogos y profesores coinciden en que es un error pretender ser padre y maestro a la vez, entre otras razones porque acostumbra a provocar situaciones conflictivas prácticamente a diario y el tiempo de estudio se convierte en una tortura para padres e hijos. Ángel Peralbo explica que, además, “si los niños se acostumbran desde pequeños a tener a alguien por encima de ellos para trabajar se vuelven dependientes y en lugar de desarrollar la necesaria proactividad en los estudios, se relajan y esperan, y acaban necesitando a alguien que les tutorice constantemente”.

Benjamí Montenegro subraya que “el papel de los padres es el de auditores: han de controlar que el trabajo esté hecho, que la letra es correcta, que se respetan las reglas de presentación, que no se dejan cosas sin hacer, pero no entrar en el contenido porque las tareas escolares son para que los hagan los alumnos solos y así trabajar su autonomía“. Advierten los expertos que eso no significa que si un niño pregunta a sus padres algo que no sabe o no entiende, no le ayuden facilitándole pistas o herramientas para que busque la respuesta. Y en los casos de chavales que tienen dificultades, que necesitan un refuerzo o que les vuelvan a explicar los contenidos, su consejo es recurrir a un profesor particular o a un psicopedagogo.

Joan Domènech cree que el papel de los progenitores es acompañar el aprendizaje de los hijos, pero enfatiza que hay una serie de competencias cuya enseñanza compete a la escuela y si los padres tratan de hacerlo, interfieren en el aprendizaje. “Los padres no tienen que enseñar a los hijos a multiplicar ni comprarles cuadernos para practicar multiplicaciones porque eso es cosa de la escuela; lo que compete a los padres es compartir con sus hijos situaciones cotidianas en que las operaciones matemáticas deban utilizarse, como ir a la compra, hacer cálculos aproximativos de si tienen bastante dinero para comprar algún artículo, etcétera”.

2. Querer Einsteins “Un rasgo muy habitual en las familias actuales es el afán de sobreestimular a los niños, desde bebés, para que desarrollen rápidamente sus capacidades, y eso se traduce en llenar la cuna de artilugios, en un abuso de los juegos didácticos, en querer que sepan leer y escribir con cuatro años o en apuntarles a un montón de actividades extraescolares para descubrir y potenciar su talento”, afirma Domènech. Y explica que ese afán de que sepan muchas cosas y cuanto antes mejor provoca una sobreestimulación que, lejos de lograr una evolución cognitiva más rápida y talentos por encima de lo normal, suele tener efectos contraproducentes en forma de problemas de atención, de falta de concentración, de hiperactividad…

Esta aspiración generalizada de hijos-genios dificulta, por otra parte, que algunos padres asuman la capacidad real de sus hijos o acepten sus limitaciones. “Abundan los casos donde el nivel de exigencia de los padres supone un listón demasiado alto para el niño en cuestión y eso puede provocar desmotivación, crecientes resistencias e incluso una baja autoestima que haga cada vez más difícil todo lo relacionado con el estudio”, advierte el psicólogo Ángel Peralbo.

Benjamín Montenegro pone como ejemplo los padres que imponen actividades extraescolares intelectuales a niños con dificultades académicas. “Hay niños que en el colegio tienen problemas con las lenguas y encima les apuntan a clases extraescolares de idiomas, y otros a los que les cuestan las matemáticas y al salir del cole han de ir a clases de música y solfeo; lo único que se consigue con eso es sobresaturar al chaval, que se aclare aún menos y que se frustre porque no puede cubrir las expectativas que están puestas sobre él“, alerta.

3. Focalizar todo en los estudios Los educadores aseguran que una frase muy reiterada entre los estudiantes es: “Mis padres sólo se interesan por mi rendimiento escolar; lo demás no les importa nada”. La queja no siempre es objetiva, pero los psicólogos aseguran que refleja fielmente lo que ocurre en algunas familias, en especial cuando surgen dificultades o los hijos no obtienen los resultados académicos esperados. “Los estudios ocupan el mayor porcentaje de las preocupaciones familiares y, por tanto, de las conversaciones del día a día, y muchos padres hacen que los estudios monopolicen la vida de los hijos; y si bien lo académico es la actividad que más tiempo les ocupa y la mayor responsabilidad de los chavales, son también esenciales otras muchas facetas de desarrollo, como los deportes, todo tipo de actividades lúdico culturales, el ocio, los planes y las responsabilidades familiares, los amigos y las relaciones sociales, la afectividad dentro y fuera del ámbito de la familia…”, comenta Peralbo.

4. Premiar las notas Un recurso habitual de los padres para animar a los hijos a estudiar es prometerles grandes regalos si aprueban o si sacan buenas notas. Sin embargo, los especialistas en educación lo consideran un error. “Si buscamos estímulos de este tipo, es que algo falla, porque el niño no debería necesitar premios externos y materiales para disfrutar con el aprendizaje; su mejor estímulo debería ser descubrir cosas nuevas, plantearse retos y desarrollar sus intereses“, afirma el director de la escuela Fructuós Gelabert. Los educadores consideran que las buenas notas se han de elogiar, aplaudir e incluso celebrar, pero nunca comprar, porque se convierte al niño en esclavo del estímulo material y, si a pesar de la recompensa prometida no triunfa, su sensación de fracaso y su malestar es mayor porque además de no conseguir su meta escolar se ha quedado sin regalo.

El psicólogo Benjamí Montenegro alerta especialmente sobre los premios imposibles, como prometer a un adolescente que ha suspendido siete asignaturas una moto si finalmente aprueba todo. “Es una salvajada que genera frustración en el chico y que a menudo deja en entredicho a los padres cuando el chaval se entera de que le han ofrecido el premio después de hablar con el profesor y saber que es más que probable que repita curso”, detalla. En cambio, opina que premiar las notas puede estar justificado en casos excepcionales “como el de un chaval disléxico sin adaptación curricular que consigue un bien en un examen de lengua”.

En relación con las notas, Montenegro destaca otro error recurrente de los padres: valorarlas a bote pronto. “Llegan las notas y, con ellas en la mano, empezamos a hacer valoraciones, positivas o negativas, y eso no es correcto; hay que darse un día o dos de reflexión, enfriarse y hablar de ellas y tomar decisiones con tranquilidad”, explica. Los educadores subrayan que, en lugar de abroncar por las notas, el papel de los padres debe ser enseñar a tolerar la frustración y el fracaso y ayudar al hijo a que tome conciencia de la causa y adopte posibles soluciones para el futuro.

5. Disfrazar la falta de esfuerzo de trastorno Otra conducta recurrente y negativa entre los progenitores es, según los expertos, buscar siempre trastornos neurológicos detrás de los fracasos escolares de sus hijos. “Hay muchos niños que son incapaces de esforzarse en hacer los deberes o en estudiar porque son vagos, y eso es inmadurez, no un trastorno mental, y a veces se intenta disfrazar esa vaguería como intolerancia a la frustración o intolerancia al estrés cuando lo que tienen es falta de autonomía”, indica Montenegro. Y añade que la prueba es que esos chavales que no son capaces de esforzarse con las tareas escolares también son incapaces de ordenar su habitación, de prepararse el bocadillo de la merienda o de calentarse la comida cuando regresan del instituto.

Ángel Peralbo subraya que, en muchos casos, “el error de los padres es no darse cuenta de que detrás de la falta de esfuerzo y motivación por los estudios lo que existe es una inversión de prácticamente todo su tiempo en ocio, especialmente en ocio tecnológico, que es el que hoy impera y dificulta su dedicación a otras tareas”.

Montenegro destaca que también es una equivocación de los padres poner un profesor particular a estos chavales para controlar que hagan los deberes y estudien. “Al profesor particular hay que recurrir para resolver problemas concretos, no para conseguir que tu hijo haga las tareas con él, porque entonces continuará con la actitud inmadura y dependiente de que se lo solventen otros”, dice.

6. Impaciencia Ángel Peralbo considera que otra actitud frecuente y perniciosa es querer ir demasiado deprisa en lo que se refiere al aprendizaje, en vez de entender la educación como un proceso a largo plazo. La impaciencia de los padres, dicen los expertos, se traduce en tratar de que hablen lenguas extranjeras cuanto antes, en que comiencen a leer y escribir sin haber llegado al colegio, en acelerar los procesos de aprendizaje de las operaciones matemáticas sin respetar los ritmos de la escuela… “Ese afán de que sepan muchas cosas y cuanto antes es un error; en Dinamarca y en los países mejor situados en los ranking educativos los niños aprenden a leer y escribir a los siete años”, apunta Joan Domènech.

Peralbo explica que esa impaciencia de los padres provoca que se desesperen ante las primeras dificultades en los estudios o los primeros malos resultados, sin tener en cuenta que las dificultades y los errores son inherentes al aprendizaje y los niños lo que necesitan es paciencia y ánimo para continuar trabajando durante toda la etapa escolar. “Los padres no deberían considerar esos malos resultados como un fracaso, porque ello reduce la autoestima de los hijos e incapacita cada vez más a unos y otros”, indica.

7. No respetar la línea de la escuela Algunos padres, movidos por la impaciencia, intentan enseñar a sus hijos a leer o a calcular por sus propios métodos, o les ponen tareas de refuerzo en casa, sin tener en cuenta que quizá están interfiriendo en el ritmo o el método pedagógico que sigue la escuela. “Los padres deben plantearse a qué escuela llevan a sus hijos, asegurarse de que comparten las mismas ideas, y luego ir trabajando en paralelo, acompañando a sus hijos en el aprendizaje pero con cierto respeto al proceso que siguen en la escuela para educar en la misma dirección y no dar al niño mensajes diferentes”, indica Domènech.

8. Proyectarse en los hijos Otro error bastante reiterado de los padres es pensar que el modelo y los métodos educativos que les sirvieron a ellos van a servir a sus hijos. “La escuela ha cambiado mucho y los niños también, y lo que a ti te gustaba del colegio o lo que tú aprendías entonces no tiene por qué ser un modelo de éxito para tus hijos”, alerta el director de la escuela Fructuós Gelabert. También Ángel Peralbo considera que en muchas familias “siguen prevaleciendo más las expectativas que tienen los padres sobre los estudios de los hijos que las preferencias o capacidades de estos” y hay muchos chavales que son orientados a estudiar lo que quieren o les gusta a sus padres.

9. Cuestionar a los profesores No apoyar a los maestros, mostrar constantemente el desacuerdo con el profesor en presencia de los hijos, es otra conducta errónea de algunos padres. “Los profesores han reducido su capacidad para imponer la necesaria disciplina de los alumnos en el aula y no ayuda precisamente que tengan a los padres enfrente o en contra en vez de al lado, pues el alumno, aprovechándose de esa situación, consigue manipular y poner en contra a unos y otros cuando el objetivo que persiguen es exactamente el mismo”, comenta Peralbo. Añade que los profesores tienen una visión privilegiada de los alumnos que en ocasiones no se corresponde con su comportamiento y su actitud en casa, y que a los padres les conviene conocer. “La complicidad entre padres y profesores, el compartir información, puede ayudar a que el chaval progrese adecuadamente tanto a nivel académico como en lo que se refiere a su actitud y comportamiento”, enfatiza.

10. Hacer de Sherlock Holmes Benjamí Montenegro opina que otra conducta equivocada en la que caen padres y madres es acabar convertidos en Sherlock Holmes. “Hay padres que rastrean los deberes, los trabajos, las fechas de los exámenes a través de las redes sociales o de los padres de otros niños para ver si el hijo hace o no sus tareas, y eso provoca un boquete de desconfianza y no resuelve nada“, explica. Su consejo es revisar con el niño la agenda y las tareas realizadas en cada asignatura y, si no se lo apunta para evitar el seguimiento, hablar con el tutor “que es el jefe (en términos laborales) del chaval” para estas cuestiones. Los expertos desaconsejan imponer un control absoluto sobre las tareas escolares, estar examinando al hijo constantemente sobre lo que ha leído o ha estudiado, y aseguran que es mejor un acompañamiento lejano, dejándole que sea autónomo. Y si el padre o madre opta por preguntar la lección para preparar un examen, Montenegro aconseja no hacerlo oralmente, sino poner tres o cuatro preguntas por escrito “porque normalmente no hay exámenes orales y aunque el chaval se sepa la lección hablando, igual luego se expresa mal por escrito o comete muchas faltas” de ortografía.

11. Solventarles los problemas Otro comportamiento habitual y erróneo de los padres, según los educadores, es solventar los problemas de organización de sus hijos. “A las siete de la tarde el niño dice que falta tinta para imprimir el trabajo que ha de entregar al día siguiente y mandamos al abuelo que vaya corriendo a comprar un cartucho o que nos deje el suyo”, ejemplifica Montenegro. Y enfatiza la importancia de dejar que los hijos afronten esos problemas solos “aunque eso suponga entregar un trabajo tarde y que le bajen la nota, porque si de mayor entrega tarde la declaración de la renta le aplicarán un recargo, por mucho que diga que el banco se retrasó en enviarle el extracto de sus cuentas; así es la vida, y han de aprender a organizarse y solucionar sus problemas desde pequeños”.

Los educadores también rechazan la conducta permisiva de algunos padres que justifican los fracasos o errores de los hijos ante el maestro y la escuela alegando siempre una causa exterior o bien cuestionando la dificultad de la tarea o la idoneidad de los libros, de la materia o del propio profesor.

12. Vincular las tareas a castigos “Castigado a hacer los deberes” o “hasta que no acabes de leer no podrás ver la televisión” son frases habituales en muchas casas pero que, según los educadores, deberían erradicarse. En primer lugar, explican, porque el tiempo de realizar las tareas escolares debería ser un tiempo de tranquilidad y sosiego para trabajar, no de regañinas. En segundo lugar, porque el objetivo debe ser educar a los niños en el placer de la lectura o del estudio y no convertir esas actividades en un castigo. Y, por último, porque tampoco interesa que consideren la lectura o los deberes un peaje necesario para ver la televisión, jugar a la consola o salir con los amigos.

Fuente: lavanguardia.com

Escuela: los 12 errores de los padres

– “Una cuestión de educación”. Programa Salvados (La Sexta)

” Si no inviertes en la gente “menuda”, al final lo acabas pagando”.

Nos quedamos con esta frase, entre muchas a destacar, la cual cierra el programa de “Salvados, en La Sexta”, de reciente emisión y dedicada al sistema educativo y la comparativa con otro existente en nuestro marco europeo.

Frase que refleja directamente la visión y el concepto de la educación, tan variable en entornos tan parecidos. Diferencias que surgen de la simple concepción de ideas y la aplicación de las mismas desde diferentes puntos de vista. Puntos de vista condicionados por el interés minoritario de la inmediatez, orden de prioridades, perdiendo el enfoque de la consecuencia de futuro. Frente al interés general, sobre un tema tan global, en pro de la construcción de un futuro donde la igualdad de oportunidades, el derecho a lo básico y fundamental, y en definitiva la integridad socio-cultural y educativa forjan el bienestar común.

Os invitamos, si no habeis hecho ya, a ver el programa de Jordi, hábil en su ejercicio de analizar todos esos temas que nos afectan directamente como sociedad, en un momento actual y general, de delicadeza. Como este trata de la educación, lo destacamos en nuestro blog, y así podamos analizar, recapacitar o simplemente ser conscientes, aún más, de la importancia de la infancia, la raiz de nuestro futuro.

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